Por Licenciada Andrea S. Giannella Neitzke
Si tuviésemos que dibujar la “forma” de nuestras vidas, veremos que la linealidad en la actualidad no existe, la verdadera forma la dan los éxitos, los fracasos, las crisis, los temores, las aventuras, los descubrimientos, los trabajos, y estas situaciones son más parecidas a valles y quebradas que a líneas.
El propósito que le damos a nuestra existencia no es estático ni equilibrado, está lleno de crisis, oscilaciones, sueños y dudas… Cuando decimos planificar nuestra vida durante la juventud no hacemos más que imaginar veinte años hacia adelante, y volvemos a empezar a los 50, planificando nuestros próximos 20. Pero si pensamos profundamente en esta reflexión, veremos que anclamos nuestro plan en “expectativas socialmente aceptadas”, que en algunos casos distan de la realidad concreta o sencillamente brindan tranquilidad a quienes nos rodean, dando la idea de que “somos normales”, que seguimos la cronología prevista o la “linealidad” de la vida que nuestros progenitores nos signaron. ¿Y en qué lugar quedaron nuestras ilusiones?
Si tuviésemos que dibujar la “forma” de nuestras vidas, veremos que la linealidad en la actualidad no existe, la verdadera forma la dan los éxitos, los fracasos, las crisis, los temores, las aventuras, los descubrimientos, los trabajos, y estas situaciones son más parecidas a valles y quebradas que a líneas.
Otro ejemplo alejado de la linealidad lo brindan los vínculos, nuestros cambios de rol, estados, despedidas, identidades, etapas evolutivas, que sin dudas también encauzan y nos potencian a cambios de rumbo, subidas y bajadas. Ni que hablar de nuesros ideales, valores y creencias que nos llevan a lo más alto de la espiritualidad. Por ende, ¿es lineal la vida?
Hace algunos años, descubrí que mis ideales de vida fueron signados por historias que mi madre me contaba acerca de mis abuelos, acerca de sus luchas, de sus travesías por el mundo. También a través de la lectura de una historieta adorada, que me motivaba a leerlas en vacaciones: “La pequeña Lulú”. Ella era una niñita que transitaba distintos roles a lo largo de su vida, rodeada de amigos, de celebraciones, donde ella generalmente lideraba, organizaba, usando vestidos y su típico cabello semi recogido. Si muchos de ustedes me viesen, verían su influencia en mi al día de hoy…
Mi vida tampoco fue lineal, salvo el cumplir con los roles escolares y aquellos evolutivos básicos, pero mis momentos de conexión “ideal” fueron lo que inspiraron mi vida actual, gracias a esos rituales de “soñar”, de gozar ilusionando ser “La pequeña Lulú”, donde más adelante logré concretar mi propósito de vida, lleno de viajes, aventuras, desventuras, crisis, que forjaron mi resiliencia y poder disfrutar de la vida.
¿Qué aspectos conducen a detectar nuestro verdadero sentido de la vida? ¿dónde encontramos nuestro propósito? ¡La ausencia de sentido está produciendo estragos en nuestro mundo! ¿Cómo crear y recrear una vida con formas y colores vividos que nos llene de bienestar y plenitud?
Hoy sabemos que cultivar las amistades, conectarnos con otros, lograr vivenciar el sentido de pertenencia es vital.
Mirar el cielo estrellado en medio de un valle nos conecta con un escenario sublime y trascendente del que somos parte, nada menos que la naturaleza.
Encontrarnos con nuestra propia narrativa de vida, escucharnos, reflexionar acerca de nuestras aventuras y desventuras, personajes, logros, ilusiones y desilusiones …La vida es un laberinto que nos llena de vivencias y aprendizajes. Por todo eso, ¡impulsemos el “soñar despiertos” como parte de nuestros hábitos diarios!