Caminar hacia el metro cada día, respirar el aire frio del invierno, sentir que cada paso que damos nos acerca a un agradable cafecito caliente en la oficina en la mañana, es una sensación que nos moviliza y motiva, pero que muchas veces se desvanece en breves instantes al enfrentarnos a un cubículo gris, rodeados de compañeros con diversas motivaciones o desmotivaciones, pero que sin duda nos impactan no siempre de manera positiva.
Participamos de NeoCon, una de las plataformas líderes a nivel mundial para el diseño y el arte, que desde 1969 en Chicago, reúne a innovadores, vanguardistas, investigadores, diseñadores y arquitectos. En ella pudimos apreciar como diseñar espacios de trabajo no es solo un arte, sino una ciencia.
Centenares de horas y días transcurren en nuestro lugar de trabajo, de ahí que se hace necesario recrear espacios de trabajo que no solo promuevan la cooperación, la comodidad y la comunicación, sino además espacios que promuevan la interrelación con nuestro ecosistema donde la luz natural, las plantas, los materiales nos impulsen a un mejor desempeño. Este concepto es el de Biofilia, término acuñado por Edward Wilson, biólogo especializado en evolución que manifiesta que el contacto con la naturaleza es esencial para el desarrollo psicológico humano, para generar cooperación y creatividad. El Informe global de espacios humanos de Interface constata que los niveles de bienestar y productividad aumentan un 13% en aquellos entornos que incorporan elementos naturales.
El diseño biofílico, como se denomina esta tendencia, mejora así el bienestar, el rendimiento, la inspiración y la productividad de los empleados, gracias a recursos como la iluminación natural, mobiliario con maderas naturales y materiales reciclados, jardines verticales, terrazas ajardinadas, huertos, plantas, fuentes, vistas al exterior y espacios al aire libre. Los proyectos biofílicos utilizan en líneas generales elementos como el aire fresco, la luz del día y el agua, y crean conexiones visuales y físicas con la naturaleza. Pero no es necesario incluir un árbol dentro de la oficina, también se puede obtener a través de patrones de color, tonalidades, formas… todo aquello que le diga a nuestro cerebro que se encuentra en un espacio más natural. La exposición a la naturaleza y a la luz del sol hacen que el cerebro libere endorfinas que mejoran el humor y relajan la atención de las personas, a la vez que es una opción saludable al ayudar a sintetizar la vitamina D que aporta el sol. Por su parte, los edificios con vistas al exterior, minimizan el riesgo de vista cansada y la monotonía que aportan los espacios cerrados.
Los beneficios que aporta esta nueva tendencia son cuantiosos, se reduce el estrés, favorece el descanso, el rendimiento, la productividad, alimenta la concentración, mejora el potencial de innovación, la creatividad y mejora el bienestar en general.
Otro reciente estudio realizado por SteelCase manifiesta que el 45% de las personas quisiera contar con vistas a la naturaleza o vegetación, el 41% contar con espacios de interacción informal, el 38% contar con espacios privados que fomenten la privacidad, la buena acústica y luz y el 37% contar con mobiliario ergonómico.
Asimismo, las generaciones más jóvenes y las mayores coinciden en que es necesario contar con espacios informales, pero con distintas finalidades: para los primeros poder sentarse en el bar o el comedor facilita la concentración, en cambio para los segundos, facilita la generación de redes de cooperación, charlas informales o distendidas.
En un mundo en el que abunda lo tecnológico y lo artificial, la vuelta a la naturaleza será un denominador común en las oficinas del futuro, donde Psicólogos, Diseñadores y Gerentes deberemos pensar interdisciplinariamente en el lay out más adecuado.